16 de junio de 2023

Bruce Asperger Capitulo 318


Cansado estaba cuando se repetía como cada día, que había pagado por ver esta puta película hasta el final y que no se iría hasta que lo echaran. Disfrutaba cada momento de paz y silencio como el mayor regalo que se pudiese tener. Solía ir al pasado a revisar cosas porque aun seguía aprendiendo, pero seguía sin encontrar la razón de por qué todo esto.

Podía tener pequeños lujos como refugiarse en momentos alegres o situaciones positivas. Sus preferidas eran los primeros besos. Echaba de menos esa sensación de crear un universo nuevo con un primer beso.

En esas visitas a otras épocas siempre le pasaban destellos de recuerdos en rescoldos olvidados de su mente que en la vorágine de destapar memorias, a veces se colaban y tomaban vida propia incorporándose a la larga cadena de meditación.

Le vino a la mente Bruce Aperger, ahí mismo frenó la cadena de imágenes a repasar y se centró en la búsqueda por este nombre. Encontró el recuerdo intacto y decidió sacarlo a la memoria de medio plazo para disfrutar de él más seguido.

Estaba en primaria, recuerda que tenía pañoleta azul y blanca. Los demás muchachos siempre lo estaban molestando por un par de razones 1- Porque leía muchos libros de todos los temas y 2- porque tenía muchas amigas y no le gustaban los amigos ni los juegos de varones.

Básicamente la mezcla de impotencia-envidia del comportamiento típico de manada molestaba bastante a Josef quien estaba siendo retado constantemente a pelear o competir y precisamente era lo último que deseaba, pues sus intereses en este planeta eran diferentes que la muestra de energía y poder típico de los muchachos de esa época. Siempre compitiendo en lo que Josef escapaba, lograron convencerlo para un reto. De mala gana aceptó haciendo prometer que sería el último. Era un reto pacífico, atractivo. Una simple competencia de dibujo.

 Hablaron con las maestras para que fueran moderadoras y se reunió casi media escuela en una especie de teatro que tenía aquella casona post colonial de línea y 14 en el vedado. Tema libre, Josef preguntó varias veces para asegurarse.  Les dieron a escoger, hojas o cartulinas, Josef tomó un paquete de hojas y con sus lápices empezó a garabatear una en cada mano.

Los que estaban de espectadores ladeaban la cabeza tratando de entender aquellas líneas de distintos grosores que terminaban fuera de la hoja sin completar ninguna figura, Josef iba cambiando de hojas como si estuviera inconforme con el dibujo anterior sin pies ni cabeza e iba tirando los papeles a medio estrujar a un lado, en lo que seguía llenando de líneas hojas en blanco como si no hallara rumbo en que dibujar finalmente. Su velocidad iba aumentando como si el desespero hiciera presa de sus manos que cada vez se movían más rápido pero seguían sin entender. El otro concursante dibujó en una sola hora todo y había entregado su resultado, Josef seguía emborronando hojas y más hojas hasta que la maestra decidió pararlo

- Josef... ya vamos a terminar...

Josef aceleraba más la vibración de sus manos con los lápices sobre hojas que se fatigaban y se estrujaban bajo la presión del grafito tembloroso.

- Josef... ya...

- No he acabado maestra - dijo con una breve mirada de tristeza, como si este planeta que siempre le pareció lento, ahora le pareciese rápido.

- Pero ya Josef... - la maestra delicadamente y con mucho cariño recogió el cartapacio de hojas y se encogió de hombros cuando las demás maestras le preguntaban si podía reconocer algo en lo que Josef  había dibujado. Salió por la puerta a toda velocidad frustrado sin hablar ni mirar a nadie, eran más de las 5 de la tarde y se iba a perder la puesta de sol en 12 y malecón. Fue apurando su paso en lo que trataba de olvidar la absurda escuela que le consumía su paciencia cada día como un castigo que tenía que cumplir sin saber por qué.

En la escuela, la maestra repasaba las hojas una a una tratando de encontrar alguna lógica en tantas rayas de distintas presiones y ya cansada de un día largo estaba dispuesta a dar los premios e irse a su casa, quedando Josef en último lugar porque su dibujo era descalificado al no tener ningún sentido para los presentes, cuando del público gritando las decisiones del jurado, a gatas, una niña extremadamente delgada, de piel india tostada, pelo castaño quemado del sol y unos raros ojos entre amarillos y verdes, arrebató de las manos de la maestra, el paquete de hojas con los dibujos de Josef y echó a correr como alma que lleva el diablo tratando de salir de la escuela. La maestra estupefacta, calmadamente llamó a otra maestra que estaba en la puerta del recinto y esta sin mucho esfuerzo detuvo a la chica tomándola de la muñeca antes que lograra salir de la escuela. Con voz amable le advirtió que no podía salir ningún niño hasta la hora de salida y que fuera recogido por sus padres, la niña tiró los papeles al suelo y ella misma se descolgó hasta que la maestra la soltó, los demás niños venían corriendo y las maestras, hasta que una preguntó:

- Habana! Por qué hiciste eso?

- Es que no lo entienden maestra!!! No lo entienden!! - Habana se restregaba por el piso poniendo una hoja de lado a la otra como una gran mosaico con sumo desespero y rapidez hasta que se vio.

La escuela hizo silencio mirando aquello. Era un dibujo de un actor de sus películas preferidas, Bruce Lee pero en 48 hojas en una disposición de 6 hojas de ancho por 8 hojas de alto.

En medio del silencio, una de las maestras murmuró  - ...El Asperger...

Y ya el resto de los muchachos comenzaron a disfrutar un apodo nuevo para el bulling del lunes.

Bruce Aperger.

Si, la niña era Habana Del Mar.

Si, Josef estaba disfrutando la puesta de sol.



15 de mayo de 2021

El fin de año con Habibi. Capitulo 317

28 de diciembre de 1999

Parte I






  En esos días la mente no estaba en su sitio. No es que realmente lo estuviera antes ni después, pero ahora estaba en condiciones peores. Tanto tramar planes sin recursos, planes que se iban de saquear unas simples redes con peces, o brincar por edificios prohibidos para llegar al mejor sitio pesquero, a brincar fronteras, tomar vuelos, quizás con papeles falsos o inexistentes. Las cosas se habían ido de control y Josef sabía que cada vez que cerraba un capítulo era como una condena irreversible. Por eso nunca gustó de ponerse metas a sí mismo, porque tenía un jefe interior que lo iba a maltratando y agitando hasta que se cumpliera el plan establecido por la reunión democrática de su alma, su sombra, su otro yo y el mismo.

La manía persecutoria de su yo interior cada vez que se proponía algo era enfermiza y lo dejaba sumido en una depresión absurda que en aquellos tiempos no sabía como salir, o al menos campearla hasta que se curara con la medicina típica de Josef, el tiempo. Por todos los medios evitaba el contacto con otras personas ya que estaba iracundo y agresivo y ni siquiera hacia nada por controlar estos instintos, porque en realidad le ayudaban a mantener a la gente alejada, así que bienvenidos eran. 

La ansiedad estaba basada en la espera. Algo que generaba la impotencia de no poder ser controlado a voluntad como el resto de las cosas. Es decir, el podría hacer en menos de diez minutos una planificación de buceo, inventar algún negocio basado en sus habilidades, pero como a toda persona habían cosas que no estaban en sus manos y debía esperar por el trabajo de terceros, a veces peor, por las prohibiciones de terceros que lo cargaban de rabia impotente. 

En esto estaba la espera de sacar unos pasajes para Rusia, para una Rusia que llegaría sin dinero, sin contactos, sin saber que hacer y sin conocer nada. Pero ya su jefe interno le había ordenado marcharse de Cuba. Sabía por buenos contactos que le estaban empapelando una condena de dos años por peligrosidad pues era un tipo peligroso, sabía mecánica, chapistería, electricidad y arreglar casi todo tipo de cosas y eso es un peligro porque te puede hacer independiente del sistema de dádivas feudales del sitio donde vivía y lo ponía en riesgo de ganarse su economía por el mismo, sin tener que depender de la degradación moral que se extendía por todo su territorio de entregar tiempo y vida a cambio de un salario inservible e inmoral que apenas daba para unos boniatos y un poco de arroz. Estamos hablando de una época que el salario eran 120 pesos y una pizza costaba 10, solo sacar el porcentaje de la carestía daba asco. 

En sus negocios raros, había cambiado una cámara de video por la chapistería de un carro "moderno" que nadie se atrevía a arreglar, a él le costaría mas o menos 30 dólares y una semana, así que lo hizo. Tener una cámara de video estaba entre sus sueños. Era una SONY TRV 250 analógica Hi8, la primera cámara que sintió suya, aunque más adelante la perdió de forma sórdida. Aun así, tanta ilusión, tanto desear algo que como ya le había pasado antes, ni lo disfrutaba. Cada vez que deseaba algo con fuerza pero esto lo hacía sufrir y pasar tiempo para obtenerlo, cuando lo conseguía, el precio había sido tan alto que ni lo celebraba, excepto con Habana del Mar, cada vez que Habana del Mar aparecía el perdonaba y borraba todas sus esperas y ansiedades para hacer un arranque fresco de su historia personal. Pero con lo demás era frustrante, cualquier cosa, tomaba sangre sudor y lágrimas y después no era bienvenido por el coste que tenía todo en la isla de las carestías. 

Sentado estaba en su contén favorito, mirando la vida morir tranquilamente. Siempre se preguntaba si esos viejitos que acarreaban jabas con mandados de un lado para otro por 5 pesos o un poco de café, tenían alguna aspiración a terminar sus vidas de aquella manera. A Josef le parecía indigno, pero es probable que fuera edad, quizás ya se habían rendido, o quizás es la vida que ellos habían escogido, sin sobresaltos, sin crisis psíquicas, solo una rutina y ya, es probable que no fuera tan malo. A veces Josef extrañaba aquellos tiempos en que todo era una rutina segura, aunque no recuerda, que haya habido la parte "segura" en nada de lo que el haya hecho. 

Era el 28 de diciembre, y aunque no había mucha atmósfera de ánimos festivos, se veían personas comentando con alegría que habían conseguido un pedacito de carne de puerco para el fin de año. A Josef nunca le interesaron las celebraciones terrícolas, no entendía bien por qué celebrar una simple fecha puesta por los mismos humanos, además en un calendario erróneo, bien podría ser 12 de mayo 300 años antes de lo escrito ese 28 de diciembre de 1999, daba igual. No celebraba nada hecho por el hombre. Estuvo en sus pensamientos densos, hasta que se le apareció un muchachito menor que él, el cual sin dudas tenía una afección psicológica avanzada no diagnosticada, pero a todas luces su comportamiento era extraño, aunque pacifico y cariñoso. Josef lo admiraba, pues tenía la capacidad de abstraerse de las cosas, reírse incluso en los peores momentos y disfrutar, aun andando descalzo como si fuera una persona que lo tuviera todo en la vida. Josef quería aprender de él, de su supuesta enfermedad psiquiátrica, que le hacía estar tan feliz y conforme todo el tiempo. Necesitaba algo de eso. El muchacho se llamaba Habibi y era muy delgado y rubio, sus padres se habían conocido en el hospital psiquiátrico de La Habana y habían tenido dos hijos, una hembra mayor que era muy linda y Habibi, el menor, ambos con trastornos que les hacían estar bajo medicamentos. 

A Habibi, muchas veces los abusadores adultos se divertían con él, maltratándolo, pero un día coincidió con que Josef se cruzó en ese camino y si había que hablar de desequilibrios bipolares no medicados donde se saltaba de la paz amorosa a un violento episodio de cuchillo de pesca submarina volando en todas direcciones, Josef era el personaje. Más nunca se metieron con él, lo tomaron como una especie de protegido del loco que pesca y habla solo, así que Habibi en agradecimiento hacía largas horas de conversación con Josef aunque este no le escuchaba ni una palabra. Solo veía a Habibi moviendo los labios y las manos en su expresiva gesticulación, pero estaba inmerso en sus tensos planes recientes de cambiar la geografía debajo de sus pies. Llevaba días preguntándose como se escribiría el nombre del aeropuerto canadiense donde debía abandonar el vuelo a Rusia por la mitad para intentar refugiarse en Canadá, otro sitio donde no conocía a nadie, no sabía nada y hacía más frío que en el congelador de su desvencijado refrigerador cansado marca Frigidaire. 

¿Sería Gandes? O ¿Gander? Solo lo había oído. No había forma de buscarlo en aquella época y si se preguntaba se podría volar el plan, se iría con su error en la cabeza y ya vería lo escrito en el boarding pass o ya vería. Esa era la mejor solución para todo, ya vería. 

Decidió por un día atender que decía Habibi, de pronto y de la nada le entró curiosidad como alguien puede estar hablando por horas y gesticulando enérgicamente, quizás se estaba perdiendo una buena historia, además Habibi le producía mucha  simpatía, a pesar de tener probablemente 15 años más o menos, era un adulto luchando, vendiendo, comerciando, aunque muchas veces caía en manos de inescrupulosos que se referían al como "el monguito" y trataban de extorsionarlo, estafarlo o robarle lo que sea que estuviera vendiendo, aunque últimamente estaban mejor las cosas, en una de esas Habibi en su conversación muda sacó unos dólares y se los mostró a Josef, este le obligó a que los guardara rápidamente mirando a ambos lados para fijar las caras de quien lo hubiera visto, por si después le pasaba algo, saber a quien ir a buscar responsabilidad vengativa. 

Le cogió el puño a Habibi y le hizo guardar el dinero en su bolsillo lo más rápido que pudo, no sin antes darle un pequeño regaño al que estaba en posición de dar, que además Habibi aceptaba con gusto porque en realidad, nadie se preocupaba por él. Sus padres, en su eterna psicodélia psiquiátrica, los habían dejado en la calle sin amparo desde muy niños, la hermana mayor era tan bella que sufría acosos terribles por todos los salvajes locales y desde que tenía unos 18 años ya no se le veía más, pero Habibi había salido al padre con unas facciones de Cristo crucificado y ojos tristes en cuencas medio vacías. Solo su sonrisa avisaba que ahí había un ser humano noble y bueno. 

- ¿Donde vas a pasar el fin de año? - Preguntó Habibi sin darle la mas mínima importancia al suceso anterior.

Josef decidió atenderlo, estaba mal que a una persona que se le tiene aprecio no se le tuviera en cuenta.

 - No sé, yo no celebro esas cosas Hab, me da igual, quizás me tire a pescar un rato, o al menos a ver el fondo del mar, tengo la cabeza muy mala, llena de cosas que me están atormentando y no puedo estar en paz en ningún sitio...

- Yo tengo pastillas para eso - Por segunda vez Habibi iba a sacar algo se sus múltiples bolsillos para mostrar y Josef se lo impidió.

- Habi asere... ya tu eres un hombre, no hay que estar repitiendo las cosas todo el rato, sabes que si enseñas tus cosas al doblar te van a meter un confuerza y te lo van a quitar todo...

- Es verdad... es verdad! - Decía asintiendo como si en vez de sentirse mal, fuera feliz de ver alguien pendiente de su bienestar - ya no lo saco más, pero yo tengo pastillas para eso...

- ¿Para que? - Josef a veces no podía mantener ni el hilo de sus propias conversaciones porque su mente se iba de manera involuntaria a generar sus ilusiones en un mundo paralelo dentro de sí. Creía firmemente en lo que él le llamaba "sincronizar" que era imaginarse sucesos venideros en todas las versiones positivas posibles para llegado el momento saber que hacer. Era como hacer un ensayo de futuro pero esto le consumía casi todos sus recursos y por eso apenas atendía a la realidad física real que estaba viviendo. 

- ¡Para eso Josef! para cuando uno está atormentado...

- ¿Y que hacen esas pastillas?

- Te cortan la cadena de pensamientos que te llevan a los pensamientos malos. es como si todo el trabajo que hace el cerebro que está de más, desapareciese porque no hace falta para estar bien.

- ¡Carajos Habibi! Tu si sabes... me has dejado impresionado.

- ¿Quieres entonces? No las ligues o todo puede ir mal...

- No, guárdatelas para ti, de momento puedo lidiar con mi cerebro y me parece que necesito más poder de cálculo para mis planes, no desacelerar.

- ¿Y entonces, el fin de año?

- ¿Que hay con eso Hab?

- ¿Ves? estás en llama, yo tengo un amigo médico que da electroshocks si tu le llevas dos paquetes de café quieres que te lo presente?

- ¡Cojones Hab! me estas asustando... el fin de año no voy a hacer ni celebrar absolutamente nada. Quizás, use mi cámara de video un poco, filme cosas de La Habana que no quisiera olvidar.

- A verdad que tu eres de los que se va...

- ¡Pinga significa eso Habibi? Claro que me voy, me van a meter preso por ser mecánico y chapista, necesito ir  a un sitio donde pueda vivir de mi trabajo y de lo que se hacer. 

Hubo un silencio de un par de minutos, Habibi bajó la cabeza con tristeza y Josef no sabía si era por el tono injusto en el que le había hablado o si por la noticia que se iría. No pensaba que nadie podría ponerse triste por irse o que se le fuera alguien apreciado, era un cambio a mejor, pero después recordó que sus emociones no eran referentes para nadie. Era altamente probable que las reacciones humanas de Habibi, o de cualquiera fueran mejores que las de Josef. Su programa estaba muy lejos de ser perfecto.

Se dio cuenta que no era necesario dejar el peso abrumador de sus locos proyectos en el hombro de nadie más, mucho menos transmitir la ira, la impotencia y todo el caldo de tensiones que hacía años, como un preso cavando un túnel con una cuchara, venía fraguando. Se reinició y se dispuso a atender al entrañable Habibi.

 - ¿Y tu que vas a hacer el fin de año Hab?

- Me voy a casa de mi hermana, ahí vamos a celebrar porque mis padres no les gusta la fiesta y me botan de la casa esos días, quería invitarte, si no vas a hacer nada.

- Coño... como que te botan de la casa, si no les gusta la fiesta que no la hagan.

- No la hacen, pero la música y las celebraciones de los demás del solar los alteran mucho y se fajan entre ellos, así que yo me paso los fines de año durmiendo por las calles, pero esta vez mi hermana me dijo que fuera a pasarlo con ella.

- Ahh... ya, pero eso es una especie de reunión familiar, yo no tengo nada que hacer ahí

- No no, van a ir amigos de mi hermana y me dijo que trajera a mis amigos, pero yo no tengo eso. 

El "yo no tengo eso" le hizo un nudo en la garganta a Josef que por poco le saca las lágrimas, además de sentirse halagado que Habibi lo tuviera en sus amigos. Pero él si que no solo no celebraba, si no que se metía en el mar por días para ni siquiera estar cerca del bullicio terrícola en esas fiestas para él, absurdas de celebrar la terminación de una órbita alrededor del sol. Se sintió terriblemente mal que Habibi hubiera venido a él con esa sensible invitación y que él fuera a responder igual o peor que sus padres. Se preguntaba como siempre que carajos habrían echado en ese barrio donde nadie estaba cuerdo. Por un momento acopió toda la responsabilidad paternal en sus manos y le prometió a Habibi que si iría con él. Habibi dio una palmada al aire de alegría y se alejó corriendo, ya tenía plan para el fin de año.

 

El fin de año con Habibi. Capitulo 318

PARTE II

 31 de diciembre de 1999



 Josef lo había olvidado, en tres días pueden pasar muchas cosas, además que no es que el le prestara mucha atención a los asuntos terrenales. Tomó su cámara de video aunque sin ánimos de nada y salió a la calle temprano. Habibi estaba en el muro de su casa esperándolo y entonces recordó su compromiso de mala gana. Habibi se alegró mucho al verlo y Josef hizo como que recordaba todo el asunto así que se sentaron en su viejo Rambler del 58 y emprendieron rumbo al este por las calles apenas transitadas del Vedado.

En realidad no tenía ánimos ni para hablar. Algo le decía que debía haberse quedado en su casa, le preguntó la dirección y Habibi le dijo que era en el FOCSA, un edificio gigante del Vedado, icónico y curioso a la vez. Josef pensó que quizás podría filmar algo para sus recuerdos, que cualquier sitio era bueno para eso.

No obstante, tenía ciertas dudas, llevaba años sin ver a la hermana de Habibi y le era extraño que estuviera viviendo en el FOCSA, así que le hizo algunas preguntas antes de llegar. Sabía que ese sitio tenía mucha seguridad por los estudios de TV y porque sus pisos superiores eran oficinas de vigilancia militares. No le hacía gracia ir a ese sitio y menos en circunstancias raras.

 En lo que el Rambler renqueaba con todos sus desperfectos, Josef se fijó que Habibi estaba feliz, así que se relajó, pensó que al menos le estaba haciendo el día agradable a alguien que lo necesitaba más que él.

 - Habi ¿Entonces? ¿Tu hermana ahora vive en el FOCSA? - Balbuceó mientras miraba por el retrovisor.

- Si, ella vive ahí hace varios años...

- Pero... en casa de algún familiar? Algún novio o algo?

- No, es su casa, ella vive sola

- Ok, entonces llegamos al portero y le decimos el nombre y el apartamento y nos dejarán pasar, porque ese sitio es un poco cabrón con el acceso de la gente desconocida

- No, hay que entrar por otro sitio, yo te explico, yo siempre la visito.

 Josef paró el carro en Linea y L, no había casi nada de tráfico y bastante silencio. El día estaba gris y nublado como todo lo que experimentaba Josef en esos días depresivos.

 - Vamos a ver, vamos a ver - Alzó un poco la voz Josef para llamar la atención - !Me estás diciendo que hay que colarse?

- Si, pero no pasa nada. Mi hermana lleva años haciéndolo y a veces me quedo con ella.

- Esto no me gusta Hab, tu sabes que en cualquier momento me meten preso, si me agarran en algo raro ya les voy a dar el gusto, yo te dejo ahí y regreso a mi casa ok?

 Habibi miró a Josef directamente como si hubiera escuchado algo muy grave, se le aguaron los ojos y se recogió a una esquina del largo asiento delantero del carro en silencio con las manos apretadas entre sus piernas.

- Hab, yo no puedo meterme en problemas, lo entiendes?

- Ella nunca ha tenido problemas, porqué habrías de tenerlos tú?

- ¿Porque nos vamos a colar en un edificio con oficinas militares dentro? ¿Que tu crees?

- Los militares nunca se cruzan con nosotros, ellos tienen su propio elevador y su puerta privada, donde vamos a entrar puede entrar todo el mundo porque es la entrada del restauran que está en lo mas alto y de ahí nos cruzamos al otro lado

- Ok, sigue sin gustarme la idea, no tengo ganas de problemas, te acompaño pero si veo algo raro me voy Hab, yo no estoy para líos.

 Josef pensó en su cámara, si se la quitaban iba a matar a alguien ese día. Los bienes conseguidos en la isla de la escasez valen por mil. Parquearon al lado del restaurante en un sitio público, Habibi se había vestido elegante a su manera, una camisa de mangas largas roída y amarillenta, en su paranoia, Josef cogió uno de sus cuchillos de buceo y se lo escondió en la cintura. A esas alturas de la vida ya daba lo mismo ocho que ochenta.

Entraron por la puerta como si fueran al restaurante la Torre, Habibi detuvo a Josef de abordar el ascensor hasta que subieron todas las personas que estaban esperando para conseguir subir solos. En el medio del largo y claustrofóbico camino Habibi sacó una cuchilla hecha de segueta afilada y la metió en una especie de llave que tenía el ascensor que estaba programado para ir directo hasta el último piso, cada vez que giraba esa cuchilla en esa cerradura el elevador se detenía, Habibi hábil, abría un poco las puertas para mirar a ver si coincidía con algún piso, al cabo de varios intentos vio que casi quedaba a la altura de una puerta de salida poco antes de llegar al final de su viaje, ahí aprovechó y abrió las puertas del ascensor y aunque hubo que escalar un poco para llegar a la puerta de salida, una vez afuera, retiró la cuchilla y el ascensor cerró sus puertas y siguió su camino vacío.

 Josef no daba crédito. Había estado antes en el FOCSA, en casa de personas conocidas, pero esto era como un universo paralelo donde todo estaba tapiado y abandonado. Se asomó en varios apartamentos por el camino y los vio llenos de auras tiñosas con nidos y muchas ratas. Fue cuando se dio cuenta que habían accedido a una parte tapiada del edificio donde se creía que no vivía nadie, pero vio familias enteras en apartamentos sin puertas ni ventanas, todo lleno de escombros y basuras, cristales rotos, niños en brazos en familias que no miraban al que iba pasando por el pasillo como si nadie existiera, ni ellos ni los visitantes, Habibi iba muy seguro como si estuviera paseando por un lugar público, además contento de que Josef lo acompañara.

 Curiosamente llegaron a un sitio que sí tenía puerta, pero por el agujero de la cerradura ausente salía olor a humo y luces tenues, Habibi abrió y pasó, abrazando a su hermana quien ni siquiera recordaba a Josef aunque Habibi rápidamente la puso al día y esta agradeció a Josef por ayudar a su hermano, habían mas personas, pero inertes tiradas por las esquinas como muñecos de trapo. Josef seguía receloso de donde se estaba metiendo, no veía la hora de buscar alguna excusa para largarse, pero por desgracia parece que para salir había que usar el mismo método, así que se resignó a esperar que todo acabara para que Habibi le mostrara la forma de irse.

 En el fregadero de la cocina había pedazos de madera ardiendo y sobre esto estaban cocinando unos trozos dudosos de carne que Josef se negó a comer, también había botellas de ron Santa Cruz, curiosamente llenas como si nadie las hubiera probado, no obstante Josef ante su incómoda inseguridad preguntó más detalles a la hermana de Habibi.

 - ¿Que les pasa a ellos? - dijo señalando a los despojos de personas jóvenes que andaban tirados en el suelo durmiendo raramente a gusto.

- Na!- Dijo la hermana con una sonrisa - Están de viaje... ¿Quieres? - Se sacó del bolsillo del jean unas pastillas de varios colores, Josef se negó automáticamente y visiblemente preocupado manifestó la idea de dejar ese sitio y volver a su casa, Habbibi estaba en la cocina abriendo unas latas de espaguetis con chorizo muy grasientas de las que hacía años no se veían y alguna que otra lata de carne rusa y mezclándolo todo en una cazuela negra y llena de golpes que puso sobre el fuego de la leña del fregadero.

Mariela tomó amablemente a Josef por el hombro y lo acompañó hasta uno de los ventanales del pasillo, A lo lejos se oían mezclados todos los ritmos que había puestos en el barrio para esperar el año nuevo y una brisa de mar ablandó la tensión, Josef se fijó que por los aleros del edificio también podría pasarse a otras alas que probablemente si tuvieran acceso al ascensor normal o quizás a alguna escalera, estaba midiendo una vía de escape. Era lo que siempre hacía en todos los sitios, medir vías de escape. Mariela lo invitó a sentarse en uno de los aleros y mirar el mar. Había un barco mercante al parecer anclado en mar adentro, pero se veía increíblemente detallado a pesar de una extraña niebla que caía aplomada sobre toda la ciudad.



 - No me acordaba de ti - sonrió tímidamente, Josef la examinó más de cerca ya que nunca había hablado con ella por temor a asustarla, los avatares de su vida la habían hecho ser recelosa, agresiva y hostil de manera justificada. Josef solo la miraba con lástima, al igual que a Habibi, en su mente estaba el sufrimiento que deberían haber pasado esos hermanitos juntos viviendo en las calles y sobre todo el de ella, siendo una mujer en un sitio retrógrado, machista y salvaje. Reconoció los ojos tristes de su padre en ella, también levemente hundidos y vacíos pero al final, era bella y tenía una voz agradable que pudo comprobar al ser la primera vez que la veía en un estado pacífico, no peleando por defender a su hermano o a ella misma como siempre había sido anteriormente.

- Mira la vista que hay aquí, ¿No es bella?

 Josef miró a su derecha se veía hasta a fortaleza del Morro de La Habana, a su izquierda partes de Centro Habana, la iglesia de Reina y los carros parecían pequeñas hormigas lentamente acarreando la tarde final del año. El mar también estaba gris plomizo pero al verlo Josef aflojó el modo paranoia y trató de ser amable. Sacó su cámara de video pero Habibi llegó diciendo que el almuerzo estaba listo con tremenda alegría, se dispusieron a entrar de nuevo al apartamento.

 - Gracias por venir- Dijo muy bajo Mariela, en realidad el sitio estaba en bastante silencio, solo se oían golpes del viento contra puertas y ventanas desvencijadas y de vez en cuando alguna tiñosa aleteando para salir o entrar por los lúgubres pasillos escombrados. Las demás personas que estuvieran viviendo ahí no hacían ni el más mínimo sonido y solo se oía el llanto apagado de algún niño y la voz maternal consolándolo inmediatamente, sumado a una atmósfera distópica citadina en una aventura que Josef ni remotamente se esperaba.

 Almorzaron, incluso los que estaban desmayados. Ni siquiera miraron a Josef, no obstante Habbibi los presentó sin respuesta.

 - Josef, este es Mazorra- Señalaba como si estuviera hablando de objetos, esta es Covadonga y este es Calixto García.

 Ladeó la cabeza con dudas porque no entendió el mensaje, Habibi fue a repetir los nombres pero algo le dejó caer la realidad. Por sus ropas, se dio cuenta que eran pacientes de hospitales que había nombrado, por el piso había pastillas regadas, algunas sucias como si las hubieran pisado anteriormente y estas personas incluso después de haber comido seguían en trance. El día iba a parecer largo así que Josef se fue a la cocina y con su licencia de conducción se dio varias cucharadas de ese spaguetti, también encontró en un rincón una botella pequeña de Vodka Stolinkaya que acaparó para si, al ver que estaba sellada a ver si aplacaba el modo paranoia que iba in crescendo.

 Comenzó a preocuparse porque aquello era una legitima reunión de locos, en un sitio peligroso, con escaleras derrumbadas y probablemente más de una docena de familias viviendo en apartamentos adyacentes de manera ilegal y silenciosa igual que Mariela. Aunque no se oía nada de ruido humano, se veía por los pasillos tenues y saltarinas luces de velas o faroles, tampoco había electricidad en esos pisos decadentes de lo que una vez fue un hermoso y avanzado edificio de viviendas.

 Empeoró la cosa después del primer trago que se dio, le vinieron pensamientos de por qué realmente lo había llevado Habibi a ese sitio ¿Porque era un loco más? ¿Lo habían adoptado? ¿Quien estaba protegiendo a quién? A Josef le hubiera gustado teletransportarse al malecón en los bajos y salirse de aquel escenario, el tiempo no pasaba, así que se dio varios tragos más, calculando que en la noche ya estaría claro y se iría de cualquier manera, pero ese Vodka, quizás importado en los años 80s hizo lo suyo, Josef se sintió el golpe y se amarró el bolso de su cámara al cinto, se tiró al piso y ahí quedó postrado con una gravedad agigantada y densa. Los dormidos comenzaron a despertar en las penumbras de un atardecer nuboso e incoloro y comenzaron a hacer sus cuentos y a reírse. Josef se acopló y comenzó a disfrutar de los relatos, cada uno era más sórdido que el otro y con partes de llanto y otras, las mayores, de risas. Estas personas estaban enajenadas de la mente de manera biológica y química, pero pasó uno de los mejores tiempos, tan buenos que lo desconectaron de su tragedia migratoria y relajó su cerebro de estar buscando métodos de escape desesperadamente, del edificio y de su país.

 Resulta que Mazorra, era un disidente de unos 18 años, que le habían permutado una condena de 15 años de prisión por supuesto tratamiento psicológico, pues según el gobierno, las personas disidentes estaban enfermas, así como los homosexuales o los emigrados, así que después de una racha de electroshocks el mismo Mazorra no se acordaba de su nombre y por eso le llamaban así, ya para seguir la corriente, les llamaron a los demás por sus hospitales de origen, Covadonga tenía una historia atroz, había sido violada por familiares cercanos, militares, cuando ella era una niña y completamente perdió su mente por lo que llevaba casi 5 años en el recinto psiquiátrico del hospital mencionado, aunque ella creía, y no estaba lejos, que sus padres la mantenían ahí para que no denunciara, pues los culpables al parecer eran altos oficiales del ministerio del interior, Era una mulata muy bella, de unos 20 años con un pelo encaracolado y amarillento, muy delgada con una sonrisa que alejaba los crímenes que tenía en su memoria. Calixto García, era quizás el mayor de todos, probablemente tendría la misma edad de Josef y solo lo habían ingresado por una adicción descontrolada a pastillas de cualquier tipo, era el más cómico de todos, pero a la vez se notaba una vasta inteligencia sepultada en la frustración química a la que se sometía voluntariamente. Conocía los nombres de todos los medicamentos y el efecto de cada uno de ellos. No le importaba morirse, pues estaba muy descontento de lo que el decía que era una vida prestada que no era suya, pero cuando entraba en estos caminos Mariela, la hermana de Habibi lo reconducía por otro camino menos depresivo y comenzaban las risas de nuevo.

 Josef observó por primera vez en años que estaba entre personas muy inteligentes, que tenían un sentido del humor sádico y refinado a la vez, además los temas fueron desde medicina, esoterismo, política, psicología, ufología y más, que hicieron la noche tan corta que a las doce, en lo que se sentían por la ciudad vagos y desganados cláxones celebrando el año nuevo, el siquiera se detuvo a hacer lo que se esperaba de un año nuevo, siguió inmerso, ya que sus interlocutores tampoco hicieron pausas por la hora y siguieron disfrutando de una velada perfecta. Josef bebió varios sorbos más, ya confiado de su botella privada de Stolinkaya y se sentía a gusto. Miraba a cada rato a Habibi y Mariela con una sonrisa de agradecimiento. No se esperaba conocer a tan excelentes personas que les había tomado cariño y le habían dado tanta fuerza contando sus desgracias reales. Josef abandonó por completo toda depresión y se armó de valor contagiado por las fuerzas de supervivencia de estos muchachos que había conocido de la manera mas rara e impredecible posible, los cuales habían pasado por tales sufrimientos que la historia de Josef era una pataleta de supervivencia. Era un baño de humildad que le había cortado de raíz su reciente tendencia a quejarse de todo y pensar que su vida era miserable. Su vida era una especie de paraíso, de no ser por la hostilidad de que lo iban a meter preso en un par de meses por pretender vivir de sus múltiples oficios, hubiera cantado feliz año nuevo sin remordimientos. Pero había tomado mucha fuerza esa noche, había asistido a una terapia de revalorización de situación real que lo había sanado y ahora tenía otro enfoque sin desesperos para su escape, pero seguiría disfrutando de aquellas bellas personas y sus relatos, el complot migratorio lo dejaría para otro día.



 Ya era como la una de la mañana y habían cesado los escándalos callejeros que se oían entre los ecos del fantasmal edificio. Josef tuvo una visión rara, se incorporó y dijo que iba a mirar por las ventanas a ver si veía fuegos artificiales, Mariela le recordó que no había eso desde los 80s pero se ofreció a acompañarlo. Todo el edificio estaba oscuro y ella conocía cada agujero del piso y cada escalera derrumbada, así que Josef intentó filmar algo, pero La Habana no es una ciudad que se pueda filmar de noche por su oscuridad. Solo se veían escasos puntos lumínicos en el video, así que desistió, pero cambió esta ilusión por respirar aire de mar que entraba libre y puro por los grandes agujeros de los ventanales ausentes.

Se sentaron uno junto al otro porque refrescaba el viento a esas alturas y la vela se movía haciendo gigantescas sombras chinescas en los pasillos luchando por no apagarse. Los ruidos de pedazos de acero colgando, cables y maderas azotando las paredes eran una especie de orquesta tétrica y graciosa a la vez. Josef estaba cargado de un positivismo explicado, pero inesperado. Se sentía bien, cosa rara en un ambiente desconocido e inseguro, pero se sentía tan bien que casi todo le daba risa y a Mariela también. Por la rendija del marco de la puerta vio a los tres hospitales apagar las velas, comerse unas pastillas más y tirarse en el mismo piso a dormir como si fueran parte de las grises losas fragmentadas por el deterioro y el abandono de inmuebles y personas. A josef por un momento le dieron ganas de llorar, llorar por sus vidas, llorar por su tiempo, llorar por el destrozo, por el abandono, por la injusticia, pero estos estados solo duraban escasos segundos antes de pasar a engrosar la enorme carga de la necesidad de supervivencia a toda costa e inmediatamente las futuras lágrimas eran convertidas en rabia y fuerzas para seguir adelante.

Mariela le deshizo el moño y se lo estaba haciendo de nuevo, Josef se dejó aunque fuera raro, habiendo conversado menos de diez palabras. Estaba en una especie de éxtasis dimensional. Sentía que había emigrado de universo, que ahí no le pasaría nada y se cuestionó si el sería capaz de vivir en esas condiciones. Pero su comodidad estaba en dormir en barcos abandonados donde no fuera nadie, en costas rocallosas donde cualquier visitante sería tasajeado por los escarpados dinteles naturales o en cuevas donde la Histoplasmosis podría dar cuenta de cualquier visitante que no se lavara las manos y tuviera unas precauciones mínimas por acceder al reino de los cimarrones sin permiso. No obstante comprobó que sí, que el podría vivir ahí y que tener a esos locos de vecinos no le harían nada malo.

 En eso Mariela se abalanzó de un violento salto al pasillo y apagó la vela con la palma de la mano casi aplastándola, tomo a Josef de la mano y lo metió corriendo al apartamento con señas repetidas que hiciera silencio. Josef no entendía este comportamiento, Mariela bloqueó la puerta con tablas y maderas y pidió a los que aun estaban despiertos que hicieran completo silencio. Josef por si acaso tocó su cuchillo de pesca en su bolsillo trasero, no sabía que pasaba.

 Por el pasillo se escuchaban algunas voces... Alguien llamaba a Mariela y esta estaba pálida, pero cogió un pedazo de tubo de aluminio que daba destellos en la oscuridad contaminada.

- Marielaaaa!! Mariellaaa!!!

 Josef quedó estupefacto y rabioso de que alguien pisoteara la pequeña disciplina implícita de estar en ese sitio, le preguntó a susurros a Mariela y Habibi que estaban juntos quien carajos era ese...

 - Es Amaury dijeron los dos hermanos

- Coño, no tiene nombre de hospital, esto me está preocupando - Josef no sabía si reír o que hacer de las ideas que le venían a la mente. - ¿Y por qué grita?

- Porque es loco... - Habibi no hubo terminado de decir esto y a Josef le estaba entrando un ataque de risa contenida, pero se controló y decidió salir, pa loco él que se tiraba al medio del mar a las 4 de la mañana a saquear paños de pesca de los militares, ese sujeto tendría que callarse si o sí, además, le había roto un universo mágico que estaba disfrutando inmensamente y eso no se encontraba nunca.

 Josef salió pero los hermanos se quedaron como aterrados sin moverse, ocultos en la cocina. En la oscuridad vio la silueta de un mulato delgado y atlético, también joven. Josef había tomado un cigarro de alguien y lo había encendido en el pasillo, esperando que se acercase el extraño a ver como podría manejar eso. Siempre se puso el cuchillo por delante del pantalón y lo tapó con su camisa en lo que fumaba calmadamente.

Llegó un momento que el tal Amaury se apareció por el pasillo, frenó en seco al ver a Josef y aunque estaba sorprendido le extendió la mano amistosamente con una risa burlona, Josef accedió a saludarlo pero cuando iba a pedirle que no hiciera ruido, notó que en su mano tenía un fusil automático AKM-47 de culata plegable, no se esperaba eso así que ni siquiera preguntó, pero Amaury al notar su mirada le puso el play a su historia automáticamente.

 Josef ni siquiera sabia como comenzar una conversación con esos términos. Amaury llevaba una malla de pescar a forma de camisa y no paraba de sonreír. Josef pensó una especie de, bueno ya estamos aquí, así que hay que seguir adelante.

 Calmadamente se le interpuso al paso en el pasillo y le hizo señas de que no hiciera ruido, Amaury lo ignoró y se puso a hablar normalmente.

 - No me acordaba la puerta de salir, así que el elevador me llevó hasta el final - Pidió un cigarro con señas pero Josef le dijo que era el último y le ofreció lo que quedaba, poco menos de la mitad. - Salí en la unidad militar esa que está en el techo y todos estaban durmiendo como puercos y borrachos... me llevé esta escopeta y dos botellas de ron, me hace falta dejarlas aquí para ir a buscar más, no se van a despertar.

 - ¿Amaury, no?

- Si, de donde nos conocemos?

- Ese cuento es para después, ¿te das cuenta que aquí vive mucha gente ilegal y que si ellos detectan que alguien ha entrado por ese fallo de los elevadores, van a llenar esto de policías y van a botar toda esta gente con sus familias para la calle si es que no los meten preso a todos?

- No va a pasar nada, estaban borrachos- dijo Amaury cambiando el tono a molesto por el llamado de atención

 - OK-  Josef ya se estaba incomodando de tanta estupidez y estaba calculando como arrebatarle el fusil, aunque notó que no tenía el cargador y probablemente no tendría la bala del directo, pero Amaury como si hubiera visto la intención comenzó a tomar distancia. - Vas a devolver esa mierda a su sitio y te vas a ir por donde mismo viniste- Amaury comenzó a ponerse nervioso.

 - ¡No voy a devolver ni pinga! dijo dando cortos pasos como intentando sobrepasar y seguir su camino por el pasillo, pero una luz amarillenta de velas apareció con un sonido metálico típico de la hoja de un machete contra una pared, los dos miraron a ver que era y con unas sombras tétricas apareció Habibi con una vela en un plato y un machete en la otra mano.

Habibi lucía desencajado y transformado, la humilde y entrañable sonrisa se había ido para siempre, no era ese niño acelerado que todos le tomaban el pelo por malicia. Puede que la luz titilante le acentuara lo vacío de las cuencas de sus ojos desnutridos. Josef pensó que esto podría acabar muy mal y empezó a medir todo el entorno como siempre para usarlo a su favor.

 - Le vas a hacer caso a él... - Habibi blandía la hoja oxidada al aire y en algunos pedazos del viejo metal se hacían reflejos como de pequeños soles muriendo muy lejanamente por la luz de la vela. Amury se replegó y bajó los humos, a los pocos segundos de relocalizarse en la situación que estaba teniendo, comenzó a sonreír de nuevo e intentó ser simpático.

 - ¡¡Habibiiicooooo!!!

 Silencio por respuesta. Amaury dio media vuelta y tomó por donde vino. Habibi trató de seguirlo pero Josef lo detuvo con la palma de la mano en su pecho. Amaury fue desapareciendo en el oscuro pasillo y Josef le preguntó a Habibi de donde había salido todo eso. Resulta que Amaury había tratado de forzar a Mariela una vez que ella estaba sola y los demás vecinos lo habían impedido por suerte, pero siempre le tuvieron miedo porque aparecía y desaparecía en silencio y nadie sabia donde se quedaba, de hecho, nunca lo habían visto a la luz del día, solo deambulando en los pasillos equivocados de noche y varias veces había entrado a las partes activas del edificio y lo habían arrestado. Todos lo odiaban porque estaba a punto de volar la posibilidad de que todo el mundo creyera que esa ala del edificio estaba sellada y abandonada. Si esto se descubría, mucha gente iba a quedarse sin techo inmediatamente y todos habían logrado en armonía y paz hacer una comunidad cooperativa silenciosa, donde increíblemente, a pesar de estar formada por personas sin hogar, enfermos, alcohólicos, familias desahuciadas etc. habían llegado a un nivel de convivencia estupendo, por la presión de ser expulsados violentamente de ese sitio que malo que bueno era desconocido oculto y tenía un techo y un baño.

 Josef pensó que era hora de irse, había sido un fin de año suigéneris, con partes buenas y partes malas. Le preguntó a Habibi si se iría o se quedaba con su hermana, Habibi aún aturdido, bajaba la cabeza con vergüenza como si nunca hubiera querido mostrarle esa cara a Josef, pero Josef lo pasaba por alto, en realidad no quería ni siquiera hablar del tema, cuando fue a responderle sus ojos se abrieron como platos y llenó sus pulmones de manera violenta en una fracción de segundo en que Josef miró detrás de sí, ahí estaba Amaury en la oscuridad, no se había ido. El golpe de adrenalina en Josef, al que ya estaba acostumbrado le hizo ser más ecuánime que nunca y fingió no sorprenderse en nada a la vez que quedó mirando fijamente a Amaury en lo que este le apuntaba con el rifle vacío.

 - Voy a devolver to esta pinga, pero después vengo a matarlos a todos... - Dijo como quien queda para un fiesta en la próxima esquina, Josef le soltó un OK lacónico y se quedó mirándolo, Amaury cada vez se iba poniendo más nervioso en lo que Josef pensaba que no debiera ser posible que los guardias guardaran un fusil sin cargador y con una bala en el directo, pensó que eran extremadamente bajas las posibilidades que eso tuviera un proyectil y de todas maneras, Josef nunca tuvo miedo morirse, siempre tuvo miedo regresar al mismo planeta. Lo que lo empezó a preocupar inmensamente fue la sensación que nunca antes había sentido de venganza. La mecha violenta se fue regando por cada nervio e instintivamente Josef pensó que si le disparaba, ojala lo matara, porque si quedaba vivo iba a comenzar un episodio de su vida que no quería ver de ninguna manera. Empezó a sentir dolor de las imágenes que le vinieron a la cabeza de lo que le haría a Amaury si este disparaba y le dejaba un ápice de energía para moverse al menos por 4 minutos más. Josef no le gustó lo que estaba viendo en su mente y se dio cuenta que estaba entrando en el mundo humano de la furia y la violencia. Por primera vez no hizo ni la más minima resistencia, dio rienda suelta a pensar formas de descuartizar al descerebrado amenazante. En medio de una violenta orgía sanguinolenta estaba cuando Amaury dio media vuelta y esta vez si se perdió en los pasillos y escucharon sus pasos alejarse.

 En su reloj de buceo se marcaban apenas por las agujas luminiscentes las 3 de la mañana. El silencio cruzado por los escombros colgantes de los techos que se balanceaban con el aire que cruzaba a divertimento por las ventanas sin cristales, ponía más tétrico todo. Sin decirle nada a Habibi, Josef volvió sobre sus pasos y entró de pronto en el apartamento, todos estaba prestos con troncos de madera o aluminio que habían sido marcos de puertas o de ventanas, en posición de bateo, en sus caras se veía cuanto terror le tenían al Amaury este y más que habían oído todo.

 Josef chasqueó los dedos para llamar la atención, muy bajito casi en un susurro les dijo a todos que recogieran sus cosas que todos cabían en su carro, cada uno se metió en una habitación a recoger algunos trapos de vestimenta mientras Habibi seguía en la puerta con el machete en alto, en silencio y afilado como un bisturí gigante.

 No tardaron segundos en que a través de las paredes se oyeran gritos masculinos, es probable que la unidad militar estaba justo encima de ellos y el cerebro de pollo de Amaury los había despertado al volver. Aun así parece que se les escapó y en los reflejos de los pocos cristales sanos que le quedaban al edificio entre la mugre y las tinieblas de la madrugada, comenzaron a reflejarse flashes de luces rojas y azules porque parece que habían llamado la policía y la unidad estaba tan cerca en L y Malecón que en menos de 4 minutos ya estaban por todos lados, Josef apuró en susurros pero no valía la pena, comenzaron a sonar sirenas de carros de policía

 Los pasos de alguien corriendo desesperadamente iban retumbando por todo el edificio. En varios apartamentos se encendieron más luces de velas, pero aún así seguía el tétrico silencio de todas las personas que como fantasmas intuían que estaba pasando algo grave. Todas las cabezas se asomaban por las esquinas de los ventanales asemejando una zona de guerra y se volvían a esconder como si un gigante animal de presa estuviera sobrevolando todo el complejo. A Josef se le repetía una frase humorísticamente negra en la cabeza, ...esta noche promete...

 Cuando se dio cuenta ya lo estaban esperando todos en la sala con pequeños bultos amarados con telas o sábanas amarillentas, Josef se asustó un poco de conocer el entorno, estaba rezando en el fondo porque alguno de ellos supiera como escapar de ahí sin ser atrapados, ya fuera por el amenazante Amaury o por policías que al parecer estaban llenado el edificio, pero aun no habían cruzado a la parte tapiada pues por los pasillos llenos de ecos, no se sentía nadie vivo.

 -  ¿Habibi tu nos guías para salir?- Habibi se le iluminó el rostro como sabiéndose líder de una situación desagradable pero aventurera, Siempre había sentido algo de envidia de los cuentos que habían por el barrio de las andanzas de Josef, aumentadas en gran grado por la elocuencia de los que iban modificando las historias para hacerlas más interesantes, porque de Josef, muy pocas veces salía una palabra de sus truculentas acciones de supervivencia, pero sus acompañantes hacían siempre la historia de manera heroica y fílmica.

 - Hay que salir por los aleros hasta la escalera de incendios que está en la otra esquina.

Ya esto estaba pasando de castaño oscuro para Josef, odiaba las alturas y los riesgos voluntarios. Por primera vez comenzó a arrepentirse de estar en el lugar equivocado. A lo lejos en el negro pasillo comenzó a oírse un sonido como de caballos corriendo. Josef aguzó la vista y se veían varías siluetas o algo que venía corriendo levantando polvo y removiendo escombros. Todos se pusieron en guardia, el pasillo era medio curvo y el sonido iba en aumento, se acercaba por la misma planta donde estaban ellos. Habibi empezó a ayudar a los demás a subirse en los ventanales cada vez más rápido, porque en el hueco solo cabían de uno en uno. Mariela se quedó de último y Josef trató de obligarla a marcharse pero ella no bajaba el madero que tenía como un pelotero preparado a batear.

 Antes de lo calculado apareció una figura de la nada, Mariela bateó con toda su energía y se sintió el sonido de un coco cuando cae al piso, al fijarse bien, era Amaury que se había quedado tendido y aturdido del batazo. Se metieron a toda prisa por el agujero del ventanal y Josef se dio cuenta que la cosa consistía en caminar por un alero inclinado de poco más de 25 centímetros. El aire de mar le dio como cargándolo y deseó poder volar para caer en el agua. Al otro extremo del alero ya Habibi y los demás le hacían señas para que los siguieran. Josef estaba medio petrificado, odiaba las alturas con todo su ser, Mariela, como si de coser y cantar se tratase lo tomó de la mano y lo fue arrastrando hasta el otro punto de reunión en la otra esquina del edificio. Al parecer tenían ensayado ese escape, porque todos los recovecos que sortearon después lo hicieron ordenadamente y muy rápido sin hablar una palabra, Josef se limitó  seguirlos.

 Comenzaron a descender por una escalera escarpada y llena de basuras y cartones, como si de pisos superiores hubieran estado por años echando basura a ese túnel vertical fuera de uso. Los escalones se hacían interminables y Josef le comenzó a parecer infinito, pero nadie se paraba, los pies iban volando los peldaños de tres en tres como un tren humano descendiendo en una oscuridad densa y maloliente. Al final llegaron a otra planta que ya se veía bastante baja desde los agujeros de las paredes y Habibi bajo las indicaciones de Mariela abrió un tapa de algo que parecía un control de incendios en una habitación poco mas grande que un armario. Ahí cruzaron a una sala vacía, pero iluminada, donde habían paneles eléctricos y muchas mangueras de incendio, detrás de esa puerta se escuchaban radios de policía. Josef pidió salir primero, sabía que su carro estaba parqueado cerca y podría meterle cualquier cuento al policía, incluso decirle que había acabado de salir del restaurante La Torre, que esa noche aun estaba abierto por las luces que se veían en lo alto, pero al abrir la puerta solo estaban los carros con las luces encendidas, al parecer los agentes estaban en su búsqueda dentro del edificio.

 Cruzó la calle con paso apurado pero a la vez sereno y arrancó el RAMBLER 58. Por suerte el motor apenas hacía ruido, suavemente pasó por la puerta entreabierta y todos saltaron de un tirón, la idea de Josef era irse a su barrio, a su territorio y después verían que hacían. No quería ni por asomo separarse de esas personas que le había tomado tanto cariño y peor aun, que había pasado calamidades con ellos.

 De un tirón todos se metieron en el carro con bultos incluso, por las ventanas sin siquiera detenerlo. Josef pasó despacio entre más carros de policía que venían y no lo tomaron en cuenta. Un golpe seco los sobresaltó a todos y al fijarse, Amaury estaba tratando de cruzar la calle y había lanzado un pedrusco o un ladrillo contra la puerta del carro, sin que terminara un segundo, ya Josef había parado y se había lanzado sobre Amaury antes que el motor se apagara solo, Mariela también saltó y le hizo señas a los policías. Josef al verlos corriendo para donde el estaba, se asustó y pensó que entonces si todo había terminado, como uno de esos policías lo tocara la carnicería iba a extenderse. Josef no toleraba ni quería tener ningún trato con policías, pero Mariela se le adelantó, por suerte estos entendieron y fueron directos a donde estaba Mariela, ella les dijo que Amaury se había colado en el edificio, que ella venía bajando de pasar el fin de año en el restaurante y que había tratado de forzarla en el elevador. Parte de mentiras, parte de verdades atemporales pero creativas y exactas para que los policías esposaran a Amaury y se lo llevaran a rastras. Josef se quedó inmensamente deseoso de darle una pateadura que se le quitara su locura inmoral pero se lo quitaron de su rango y todo sucedió tan rápido que no le dio tiempo más que a regresar al carro y soltar algunas palabrotas por la abolladura que el desquiciado había dejado en la puerta de su carro, pero Habibi le dijo que una más no importaba que si podía ayudar a arreglarlo. Josef miró el resto de abolladuras del carro, no recordaba si eran viejas o si le habían nacido esa noche, - Es un pedazo de lata con ruedas- se murmuró a si mismo y ya montados todos se alejaron por el malecón en el primer día de un siglo nuevo.

 Llegaron a la panadería de 16 y Calzada, frente al malecón y con unos centavos reunidos, compraron algunas libras de pan que les vendieron por la puerta trasera y un poco de aceite del que usaban en los hornos. Prepararon todo el pan con aceite y sal y se sentaron en el muro del 1830 a ver como iniciaba un día denso, sólido y anaranjado y repasando tanta locura, trató de desconectarse de las visiones violentas que había tenido antes. No había venido para esto, incluso si entorno lo forzaba, el no estaba aquí para esto.

 El aire de mar comenzó a curarlos a todos, en un momento empezaron a reírse y a repasar todo lo bizarro de la historia. Ya estaba amaneciendo y aun con las manos temblorosas a las 5 y 45 de la mañana se quitaron la ropa y se metieron todos al mar, Calixto García no se metía, desde lejos le instaban a que se metiera en un agua calmada, transparente y tibia como un premio de invierno tropical, Calixto se vació los bolsillos y se fue metiendo con los puños en alto como si no quisiera mojarse las manos, Josef, inocente lo conminó a se zambullera pero Calixto abrió las palmas mostrando sendos puñados de pastillas en las palmas de las manos en lo que Covadonga sacaba de su bulto un par de cervezas bucanero.

- ¿Quien quiere? ¡Nos las merecemos!!!

26 de abril de 2021

Una bomba de hidrógeno en el fanguito.

Por allá por los 80s teniendo yo 13 años más o menos, mi papá tenia un Jeep Toyota del 54 pero no podíamos permitirnos la gasolina. Daban muy poco en bonos (Gasolina por la libreta si hubo) y por la libre estaba a 2 pesos (legal, en aquel tiempo aun se podía comprar en las gasolineras) Pero con un salario de 148 pesos mensuales y tres hijos no era que se pudiera pasear mucho.
Por aquel tiempo ya me estaban baneando de las escuelas y tanto dieron hasta que me metieron en una escuela taller de niños diferenciados porque en realidad, yo rejodía mucho y no podía estar sentado en ningún aula oyendo cosas las cuales ya conocía mejor que el profesor, porque en mi avidez de lectura ya me había leído los libros varias veces desde las primeras semanas de curso hasta los libros de mis hermanos mayores, es decir, cuando empecé 7º ya me estaba leyendo todo de 8º y 9º al mismo tiempo.
Esto molestaba mucho a los profesores, porque yo no quería escribir, no quería atender pero después sacaba 100 en las pruebas. Ellos muy emperrados, me llevaban a la cátedra a hacer la prueba solo, a gritos, porque pensaban que yo hacía fraude y se frustraban y molestaban más cuando en 15 minutos yo les devolvía la prueba correcta, sin fallos siquiera de ortografía y le decía que me dieran las otras baterías (Otras versiones) de las pruebas para no aburrirme. Algunos me desaprobaban por soberbia y tenía que ir mi papá a pedir la prueba, entonces la revisaban y me ponían 100 puntos a regañadientes.
Pues bien, entre que me sacaban de las clases y yo no tenía nada que hacer, la mayoría de las veces me quedaba en la calle para no decirle a mis padres que me habían expulsado, descubrí un tesoro gigante que es la parte principal de este cuento.
Eran unos libros rusos, impecablemente traducidos de ciencias y se llamaban física recreativa. Yo creo que estaban hechos como entretenimiento para niños pero para mí, fue un tesoro gigante con el que llenar mi sed de saber. Eran tomos y tomos y todos los que pude encontrar en los basureros los leía y releía. Me encantaba ese mundo de la física. Si no hubiera sido tan básico de odiar las matemáticas por no entenderlas, quizás me hubiera gustado ser físico.
Bueno para acortar. Armado de mucha física rusa, construí un generador de hidrógeno. Es simple, agua, sal, varias cuchillas astra negras, un cepillo de dientes y una caja plástica que puede ser de una batería de carro vieja y una pila de esas cuadradas de 9 Volts.
Mi idea era adaptar el Toyota de mi papá a hidrógeno, es decir que su combustible fuera agua por siempre y poder pasear lo que nos diera la gana. Recuerdo el viaje más largo que hicimos como una epopeya, fue hasta el Mariel, que supongo que eso no es tan lejos del Vedado, donde vivíamos.
Feliz, fui a enseñarle mi invento a mi profesor de física. Quien era un sujeto muy amable y buena gente, aunque alcohólico perdido y famoso por soplar las pruebas, creo que era por eso que lo querían tanto. 
Cuando le conté, ni siquiera le mostré mi invento, me bajó a la dirección y en un teléfono de esos negros de disco llamó a la policía. Como mi secundaria era el Fanguito, (Vicente Ponce) La policía siempre estaba cerca y presta porque se sabe que ahí llovían los cortados y los bengalazos. No tardaron ni 5 minutos en llegar, meterme en la patrulla y llevarme para la estación de policía de Zapata y C. El profesor había dicho que tenía un alumno que fabricó una bomba que podía volar la escuela entera y que yo era un "niño con problemas"
El golpe para mi fue tan malo, que ni siquiera me molesté, todo el tiempo me quedé preguntándome que era lo que pasaba, no entendía nada.
A las varias horas, mi papa pudo ir a buscarme a Zapata y C y me dejaron salir si entregaba los "planos" y el dispositivo. Como mi papá tenía el jeep, regresó y trajo toda la parafernalia a la estación de policía, estos vieron cuchillas de afeitar, cables y pilas y al no entender nada, pensaron que había sido un error y me dejaron ir.
Yo pensaba que mi papa me iba a dar tremenda golpiza por eso. Si, la lista de objetos con los que me pegaban era interminable. Cintos, cables, chancletas, palos de escoba. No había semana que no me sacaran sangre. Parece que en mi caso era "La letra con sangre se saca" porque lo que mas jodía era mi manía de querer saberlo todo y no esperarme para investigarlo de la manera que fuera. Pero no, mi papá me llevó a la librería ateneo que estaba en la calle linea, en un sótano y aun recuerdo la euforia cuando entraba a esa librería, el olor de los libros. Las dos mujeres que trabajaban ahí eran un mar de dulzura. La librería el Ateneo era como un pedacito de otro universo, lindo, limpio, con gente linda. 
Mi papá me dijo que cogiera todos los libros que me diera la gana que me los regalaría aunque no comiéramos ese mes. Todo de Emilio Salgari, todo de Mark Twain, todo de Julio Verne. Por dios como recuerdo ese día. Se lo que es la sensación de ser rico o ganarse la lotería por ese día. Eran tantos libros que apenas podía y si, casi costaron el salario completo. Cuando salí, la única condición era que no hiciera más inventos. Que leyera ficción y de paso me botaron todos los libros de física recreativa que yo había colectado de las basuras y bueno. Ahí murió mi motor de hidrógeno alimentado por agua descompuesta por electrólisis.
Siempre me quejé de este paso que truncó mis inventos, aunque en el fondo, si es verdad que si el hidrógeno se acumula se convierte en una bomba peor que la dinamita, pero mi idea era del tanque de agua directo a la descomposición y luego al carburador. Yo no iba a almacenar hidrógeno pero esos detalles ya a nadie le interesa.
Décadas después, cuando me fui de Cuba y tuve acceso a internet, lo primero que hice fue buscar si a alguien más se le había ocurrido que usar combustible derivado de petróleo es una estupidez porque nuestros motores con agua funcionarían perfecto y sí, se le ocurrió a Stanley Meyer aquí en USA. Pero lo mataron para que no divulgara su invento. Crearon una supuesta reunion de negocios en un restaurant para ofrecerle por la patente de su invento, que era el mismo mío y al mismo tiempo que las autoridades saqueaban su casa como hicieron con Tesla, Stanley no quiso patentar ni vender diciendo (Oh locura de los científicos) que el mundo no debería estar sujeto a la esclavitud del petróleo y que su invento sería abierto para uso y desarrollo mundial. Veinte minutos después salía corriendo del restaurant gritando que lo habían envenenado y murió sin siquiera llegar a cruzar la calle, así que pensándolo bien todo aquel episodio represivo hacia mí, en realidad me salvó la vida. Pero eso me dejó decepcionado. Este planeta no está listo para la evolución y nunca lo ha estado. Los mayores aportadores a la evolución han sido quemados en la hoguera Hypatia la filosofa matemática, Giordano Bruno, se han quemado bibliotecas enteras. El conocimiento en la tierra siempre ha estado frágil ante los intereses de quienes necesitan una raza humana sumisa y limitada a consumir y devastar el planeta.
Por eso, estoy comprando tiempo, quitándome deudas y pagos, reduciéndome. Por eso me voy a comprar mi torno, mi fresadora, mis plantas de soldar. Porque voy a recuperar eso lindo que me forzaron a perder a golpes de pequeño. Lo del hidrógeno parece que ya se está haciendo, caramba 40 años más tarde, como se muestra en este video. Nadie menciona a Stanley Meyer ni saben quien es. Pero en mi cabeza hay más cosas, cosas para el espacio, cosas para la evolución, y si me van a envenenar algún día, usen helado de guayaba.

7 de julio de 2020

Underground Cap 316


Un día de paz, un día sin aventuras. Josef quería darse ese lujo. Había escuchado en las tertulias de contén que cada persona del barrio tenía sueños. Uno quería unos tenis NIKE que él ni sabía que era eso. Zapatos, eran zapatos, todos tenían suela y cubrían el pie, pero esta persona decía que tenían que ser de una marca, otro quería una cadena de oro ¿Para que servía eso? En su mente analógica pensó que tanto luchar para quitarse cadenas y algunas personas querían ponérselas. Otros soñaban con irse de Cuba y poder vivir normalmente como cualquier otra persona del mundo, de su trabajo, esto sí llamó la atención de Josef. Tampoco sabía lo que era esto. ¿Resulta que en algunos lugares uno iba a trabajar de lunes a viernes y con eso cubría sus gastos vitales? ¿Como podría ser posible? No le pasaba por la cabeza, ¿Sin policías decomisándote las herramientas? ¿Sin tener que meterse en lugares de manera ilegal? ¿Sin tener que robar cosas de empresas del estado para sobrevivir? No le cabía en la cabeza. Incluso habiendo sobrevivido de sus habilidades como pescador, chapista o mecánico, siempre tuvo que ser ilegal todo. Siempre mirando por encima del hombro los vecinos frustrados que eran miserables y desnutridos, pero aún así le llamaban a las autoridades, siempre esperando algún policía corrupto buscando su mordida, que a veces tuvo que pagar sin remedio y tragar la bola de espinas de la soberbia y los instintos criminales.

Por unos breves momentos voló su mente a otro país, seguro hablarían un idioma distinto y a él que ni le gustaba ni podía hablar, eso sería un problema, pero quizás a cambio de vivir en paz estaba bien. Aunque un susto terrorífico le vino a la mente. ¿Y si todo era monótono por el resto de sus días? ¿Y si no podía ir a respirar el mar cuando quisiera?

- Josef ¿y a ti que te gustaría tener?...

¿Y si tenía que dejar de soñar porque ya todo estaba resuelto? Le era difícil imaginarse como esas familias estables, muy escasas en Cuba, que tenían hijos, carro y perros. Conocía un médico que era así, le vendía pescado regularmente. El médico era una entrañable y cariñosa persona que a veces se portaba con Josef como un padre y esto a el no le gustaba mucho. Una vez, ya de noche lo invitó a comer a su casa y fue tan insistente que Josef accedió. En una larga mesa de una de esas casas lujosas de Miramar se sentaron varios familiares. Una señora mayor, tres niños de diferentes edades y el médico y su esposa. Cuando Josef vio copas y varios cubiertos comenzó a sentirse como si se ahogara, dijo que se sentía mal y que tenía que irse. Nunca sabe por qué, pero hasta el sol de hoy, sentarse en una mesa a comer con más personas lo agobia enfermizamente y por más que trate, siempre termina sufriendo una ansiedad descontrolada en la que se la pasa mirando las ventanas y las puertas como vía de escape urgente.

- ¿Josef? ¿Y a tí que te....?

A veces agradecía a las personas que fueran frías con él. No le gustaba que lo cuidaran o se preocuparan mucho. Agradecía en silencio que sus padres ni se preocuparan mucho aun cuando él se desaparecía a veces por semanas en sus campañas aventurezcas en selvas a muchas horas de camino de casa. Ni siquiera consideraba la casa, su casa. Dormía más feliz en el frío muro de la costa de la calle 12, poco después del teatro Karl Mark y el ruido de las olas de los yakis que eran un somnífero encantador. Dormía a veces sobre la tierra, dentro de barcos destartalados. Se escondía y camuflaba como una especie defensiva y confiada a la vez. No había nada que robarle, no hay nada por lo que no hubiera pasado ya.

- ¿Josef? ¿A ti...?

Sin embargo, no podía imaginarse sin vivir el lujo de ver el amanecer, no tenía explicación ni creía en nada pero cada día daba gracias. El olor de lluvia, no importaba si estaba entripado en agua, el olor de la hierba, de la tierra. No podía imaginarse sin nada de eso. Es como si hubiera vivido una eternidad sin estos privilegios y ahora fueran vitales. Podía estar horas mirando y contando olas, cada una distinta, cada una vista por una sola vez para siempre como una huella digital marina, una sola entre millones de años.

- ¡Josef COJONES!!!

Subirse a una mata a comerse un mango, ¡que premio! Mirar desde la mata como pasaban las personas por debajo como hormiguitas en formación. Nunca supo por qué las personas cuando caminan no miran arriba. El siempre estaba mirando a todos lados, arriba y abajo, en su eterna exploración había descubierto tantas cosas. Cuando hablaba con alguien no dejaba de mirar en derredor, la gente se molestaba, pero el podía oír y seguir grabando con su memoria, su escasa y quemada memoria que aun no sabía lo que le esperaba, no sabe por qué la gente al hablar necesitaba que los miraran, en unos segundos ya el reconocía el rostro. ¿Por qué no usar ese penoso momento de estar oyendo algo que no le interesaba, para seguir explorando aunque fuera un lugar conocido? ¿Por qué la gente quería ser observada mientras hablaba? Nunca entendió la gente, ni el planeta, ni nada.

- ¡Josef asereeee!!! ¿Que cojones quisieras tener? ¡Estamos hablando de eso!
- Un día de paz...

Los aseres quedaron desencantados. desperdiciar un sueño era como tener la llave de un cofre y tirarla al mar sin haberlo abierto. Ya que en la vida real nadie tenía ningún sueño cumplido, ¿Cómo desperdiciar tenerlo en la ilusión colectiva? Lo miraron como si hubiera sido irrespetuoso, pero Josef siguió sin contacto visual alguno como si hablara a seres transparentes.

- Un día de paz... un día sin tener miedo, sin pensar que me van a meter preso...
- ¡¡O sin morirte!! - Espetó uno de la audiencia con más gesticulación que palabras.
- ¡Na! Morirme me da igual, lo que me aterra es volver.

De mala gana se disolvió el grupo casi culpando a Josef de haber roto la nube de ilusiones colectiva con su laconismo maleducado y fuera de entorno. Pero en su mente, seguía sobre esa mata de mangos, era una mata de mangos bonitos, amarillos y redondos. Era de un patio de su casa imaginaria, por lo que no tenía que estar asustado de perros ni de dueños. Estaba en paz y no quería bajar de ahí. No había sido maleducado, solo que en su ilusión estaba solo, sin cargas ni tensiones, solo debería comerse unos mangos e irse a una costa imaginaria también, infinita y solitaria. A lo lejos habría centellas pero no habría frío. Las olas eran acompasadas y la arena tibia, no impecable. Con caracoles y piedras que explorar sus fórmulas geométricas mágicas, con maderos secos a cada rato, esculpidos por las olas en sus días malos. Con ese olor de algas descompuestas en oleadas de un viento suave y cálido también.

- ¡ Ya sé que quiero!! - Dijo de manera explosiva, pero estaba solo en el contén, ya había anochecido y todos se habían largado a sufrir por sus ilusiones. Josef se incorporó y decidió irse a la cama, a ver si tenía suerte y esa ilusión que había tenido le venía en sueños. Revisó su cartera y tenía 15 dólares estrujados que habían visto mejores días. - ¡No voy a hacer ni cojones mañana! ¡NADA! ¡Mañana voy a tener un día de paz!- Se juró a sí mismo como si en ello le fuera la vida. - ¡Un puto día de paz!

A lo lejos oyó la voz de su madre despertándolo. Pensó que era el otro día ya y no sabía por qué absurda razón lo despertaban, pero por las persianas no entraba luz. Deseó por todos los medios que lo estuvieran despertando dentro de un sueño para caminar por su mar figurado, pero el vapor de las cazuelas de agua que la madre ponía a hervir cada noche para tomar agua al otro día y su olor a magnesia y calcio, le arrancó la ilusión como la página de un almanaque. Se incorporó de un tirón pero trató de controlar su voz. Siempre respetaba a su madre por encima de todo y además no le gustaba tensarla, ya bastante tenía con lidiar con las cosas diarias. Ella si que nunca había tenido un día de paz.

Al mirar su reloj CASIO, vio que no era poco más de la medianoche. Se lamentó de haber ido a dormir a su cama. Como siempre, hubiera estado mejor en algún bote o en la costa de la puntilla. En su aturdimiento aun no sabia que pasaba pero la madre le susurró bajito que lo buscaba un tipo sin nombre que le decían el Animalayo. Le decían así porque una vez, usando una herramienta le había caído una limalla de metal en un ojo y el fue gritando hasta el hospital que le había caído una animalaya, así que se le quedó el nombre, nunca se supo su nombre real.

El Animalayo era un hombre con una cara horrible de criminal, tenía el pelo castaño y largo por los hombros y una nariz de garfio, era el representante de la fisonomía de un pirata sanguinario y siempre andaba sin camisa. Los policías le temían y no se metían con él. Pasó muchos años en prisión, nunca nadie preguntó, pero se veían esos tatuajes irreconocibles hechos con cordón de zapatos y tinta china, no obstante, el Animalayo era una buena persona. Albañil, siempre estaba trabajando y su sueño era poder comprar un cuarto en un solar, para poder traer a sus hijos de Camaguey a vivir con él. Siempre estaba trabajando y no bebía, apenas comía, no paraba en su meta. Se llevaba bien con Josef como todos, estaba loco como todos y era un salvaje noble como la mayoría.

- ¿Pingaeh Animalayo pa que me despiertas a estas horas!

El Animalayo también tenía los ojos muy redondos y prominentes como el Igor de la película del joven Frankestein. Quien no lo conociera se asustaba de verlo, una mole de músculos con su cara de loco y nariz de garfio. También era difícil entenderlo, porque era tan efusivo y desesperado hablando, que generalmente balbuceaba o ladraba como si estuviera insultado. Por muy amable que fuera, siempre parecía insultado.

- ¡¡Josef!! ¡¡Coge tus caretas y tus tanques que encontré un tesoro!! ¡¡VAMOS!!!

Josef frunció el ceño con desconfianza, trató de oler a ver si era alcohol, siempre había escuchado que quienes no bebían nunca, cuando lo hacían se ponían peor que todos, pero no detectó nada. El Animalayo lo sacudía por el hombro como si hubiera visto un diablo y aunque Josef en su abstracción comunicativa de oído selectivo ya no oía nada, le seguía impresionando a cámara lenta la efusividad y los ojos queriéndose salir de las órbitas del Animalayo.

- ¡A la mierda el día de paz!...-  pensó - Y este día empezó temprano -  se dijo muy bajo mirando el reloj que parecía detenido en poco después de la medianoche. A lo lejos se oían los televisores de algunos vecinos en el mismo canal viendo algo que se llamaba Prismas y ponían a la medianoche una música tétrica acompañada de algún cortometraje interesante. Su madre seguía en la cocina, así que agarró un equipo de buceo y las llaves del carro, el Animalayo al fin se calmó un poco de su efusividad incómoda y tenía una sonrisa de placer.

- ¿Sabes cual es mi sueño Josef? Encontrar un tesoro. Con un tesoro me compro un cuarto y puedo traer a mis hijos conmigo, mi niña ya tiene 6 y el varón 11 quiero enseñarlos a trabajar y ser buenos, no quiero que hagan lo que yo hice... - Hizo una pausa pero Josef no preguntó, normalmente la gente preguntaba, pero Josef solo lo miró de reojo y frió un huevo de mala gana. Le había arruinado su día de paz. Para un día que tenía una ocurrencia no peligrosa, para un día que decidió lo que nunca había tenido, pero estaba a su alcance y ni habían avanzado 3 minutos de ese nuevo día y ya estaba metido en una aventura en rumbo desconocido y sin explicación más que la ausencia de cordura de cualquiera a la que él estaba condenado a unirse sin protestar. Haber pedido un día de paz era como haberle dicho al universo lo contrario, pero tampoco podía resistirse. Su Huckleberry Finn interno no le permitía abstraerse de ninguna posible aventura y más si estaba involucrado buceo, tesoro! ¡Maldito Samuel Langhorne Clemments!

El Animalayo le indicó doblar por línea, dirección este, en la calle 12 hacer una izquierda y parar en la esquina en un edificio en construcción que llevaba pendiente de ser terminado por más de diez años y abandonado. Unos guardias de seguridad vestidos de pantalón marrón y camisa mas clara abrieron unos portones y el Animalayo indicó que debía entrar a esa obra. Josef dudó y de paso maldijo, porque rayos cualquier persona a cualquier hora podría arrastrarlo a alguna cosa descabellada, surrealista e impredecible, porque era tan débil o por qué lo deseaba tanto.

Miró por el retrovisor a los guardias cerrando el portón con candado y no imaginaba porqué se habían detenido ahí. Pensaba que quizás el Animalayo habría ido a comprarle la merienda a los guardias que la vendían a 20 pesos, o a comprar gasolina para el viaje, pero nada cuadraba. Este estaba tan excitado que daba brincos cual niño llegando a una tienda de juguetes, decía los nombres de sus hijos una y otra vez y si no fuera por el laconismo de Josef ya aquello hubiera acabado mal. Nada encajaba.

- Es aquí! - Dijo el Animalayo en una sonrisa de oreja a oreja. Se bajó del carro como un resorte y fue por la puerta del conductor lleno de alegría - ¡Bájate Josef! Es aquíiiii  !!!

Josef bajó sin decir palabra, no se movió hasta que no regresaron los guardias del portón. Ambos eran de raza taína, altos y delgados. Parecían muchachos recién emigrados del oriente de Cuba, pero con sus ropas impecables y una educación no acostumbrada por los locales.
Le dieron la mano a Josef sin mucho protocolo y le señalaron sin hablar, un agujero redondo en la piedra caliza amarillenta de una excavación, al parecer por la obra del edificio, que parecía una especie de cráter gastado de la luna. Por el ancho, probablemente cabría un carro si se cayese por ahí de nariz. Josef miró al Animalayo sin expresión en la cara y este a lo lejos gritaba - ¡Un tesoro Josef! ¡Un tesoro!!

Josef miró a los muchachos guardias e iba a comenzar un pensamiento del tipo, o me cuentan esto desde el principio o me voy pal... Pero los guardias se adelantaron y comenzaron la explicación.

- Él trabaja aquí... - Dijo señalando al Animalayo que hacía un baile tribal, a saber de que planeta, alrededor del agujero - Esta obra lleva parada como 10 años porque piensan que el edificio se va a hundir, después que descubrieron ese hueco y dicen que es el techo de una caverna...

La palabra caverna, despertó a los demás Josef interiores que comenzaron una conversación inesperada

- Ves porque te digo que hay que venir a las aventuras sin preguntar tanto, estos son los momentos por lo que vale la pena.
- Bueno, no siempre sale bien, según mis cálculos, mas del 70% acabamos heridos, presos, a punto de ahogarnos, disparados etc etc etc
- ¡No sea zoquete! Un momento de aventura vale por todos los pesares!!

Josef no sabia a quien de las voces darle la razón. En los milisegundos que eso sucedió, ya el Animalayo le estaba sacando los equipos del carro como un ayudante serio y profesional, se dispuso a ayudar a Josef a ponerse el traje isotérmico, pero Josef le pidió que se sentara tranquilo y lo dejara concentrarse.

En pocos segundos los guardias habían traído varias lámparas múltiples de esas de la construcción y alumbraban el boquete que en serio era algo completamente anormal.

Una fina llovizna adormecía la noche con sus gotas a través de los focos amarillentos y potentes que iluminaban el extraño agujero. En menos de 20 minutos ya Josef parecía un explorador marciano, con sus tubos y su traje de neopreno. Unas cuerdas embarradas de cemento seco le sirvieron para descender hasta lo que el pensó que era un charco de agua común y corriente pero al esta dentro y encender su linterna de 8 pilas descubrió que en realidad se encontraba en un universo fluvial, ya que el agua era dulce e impecable. Trató de no moverse mucho pues tenía experiencia en cuevas, cuando uno levanta el sedimento, se queda con visión cero, pero hasta lo largo que alcanzaba el rayo de luz de su linterna se veía que había mucha más distancia para explorar.

Enseguida, una de las voces interiores comenzó a repasar medidas de seguridad, por suerte, no tomó el mando la voz aventurera e irresponsable. Parece que todos sus seres interiores sabían lo que hacían, si no, no hubiera llegado a contarlo.

Tenía un carrete de nylon de pesca de dos milímetros de grosor y le dijo al Animalayo que le amarrara una punta en uno de los grupos de cabillas de la obra incompleta. Abrió su tanque y se dispuso a explorar aquella inusual piscina, tenía hermosas paredes y techos de proyecciones cársicas cristalinas, como diamantes. Josef pudo comprobar que en efecto, era un gigantesco salón probablemente de 50 metros de diámetro por unos 4 metros de altura que transcurrían por debajo de la base donde se estaba construyendo el edificio. Pero al acercarse a las paredes de este salón notó que cerraban con columnas de prehistóricas estalactitas gigantes y entre ellas se podían ver salones contiguos, probablemente más grandes aún. Entre las rendijas de las estalactitas metió su linterna y a la primera ojeada, se dio cuenta que en dirección norte iba profundizando, como al contrario, en dirección sur llevaba hasta una especie de bóveda, campana donde se podía respirar una burbuja de aire que probablemente estuviera atrapada ahí por millones de años. Josef no notó ningún ser vivo en el interior de esa cueva ni nada de salinidad, por lo que es probable que estuviera por encima del mar y no comunicada con este. Las luces daban un espectáculo interesante entre el amarillo de la caliza, el verde del musgo y los cristales colgando. De pronto se dio cuenta que se le había acabado el carrete de nylon y estrictamente se prohibió a sí mismo seguir un metro más sin cuerda guía. El sabía que, en menos de un segundo podría desprenderse alguna placa del techo con las mismas burbujas de su tanque y se quedaría ciego si hubiese un levante de sedimento o podía perder el rumbo si alguna corriente lo sacaba de su camino así que decidió regresar.

En el boquete, el Animalayo y los dos guardias estaban muertos de curiosidad. Entre los tres, ayudaron a Josef a salir del cráter y no hablaban esperando por lo que Josef les pudiera contar. El animalayo no cesaba de dar pequeños brincos pero también mantenía el silencio denso, unido al silencio total de la ciudad sin combustibles. La noche lluviosa y rojiza, dejaba de vez en cuando que unas centellas iluminaran el paisaje lunar. Josef, sin decir palabra, metió todos los equipos en su carro, se secó como pudo y se puso su ropa de vuelta. Se sentaron en una especie de oficina abierta en la construcción y seguían todos en silencio.

Josef decidió romper el sonido de los grillos. Le quitó un cigarro al Animalayo y lo encendió a lo Humprey Bogart. Tenía frío y pensó que esto lo ayudaría en algo, cuando en realidad empeoró todo con el sabor horrible, no obstante siguió adelante entre calada y calada soltaba algunas frases.

- Este edificio no se lo ha tragado la tierra porque dios es grande...

Los guardias abrieron los ojos y se pararon fuera del techo, no les importaba mojarse, si que les cayera una obra a medio hacer en la cabeza.

- ¿Que más viste? ¿Cuán profundo es? - El Animalayo estaba serio y fascinado a la vez.
- Debajo del edificio hay una salón abobedado, pero alrededor hay mas y más salones así. Solo llegué hasta donde se me acabó el nylon y ese carrete tiene unos 200 metros creo.
- Ñó pinga Josef, y que más!
- Si crees que había una tesoro, no lo hay. Es solo una burbuja fluvial paleolítica típica del oeste de Cuba.
- ¡Como que no? ¿Cuanta agua había ahí Josef?
- No lo se, bastante, ni a jodía llegué a verlo todo, me hace falta más aire, más cuerda y más luces. Voy a buscar todo eso y mañana le caemos.

El Animalayo tenía cierto brillo en los ojos, por el contrario, a Josef se le habían caído las alas del corazón. Hubiese preferido que fuera cualquier charco pluvial pequeño, pero había descubierto una obra de arte prehistórica en medio de una ciudad donde esas cosas no importan porque la gente está centrada en la supervivencia.
Se fue a su casa y no tuvo el día de paz. Ni siquiera pudo dormir. Al otro día intentaría ir a la academia de ciencias a ver si recababa algún apoyo para la investigación de ese tesoro geográfico, pero perdió su día. Todo estaba paralizado en Cuba, las cosas vitales no sucedían, menos iban a suceder las pasionales. Al volver a su casa el Animalayo lo estaba esperando. Josef al verlo desde lejos estaba preparando una excusa. No quería investigar más ni ser cómplice de la destrucción inminente que le vendría a ese tesoro natural. Aun recordaba, en playa Girón, cuando por casualidad había descubierto una corriente subterránea de la cual emergían unos Artrópodos que ya se creían extintos en Cuba, llamados cacerolas o Horse Shoe Crab en inglés él (Limulus polyphemus). Su alegría al encontrar esos especimenes que la gente confundía con crustáceos marinos duró poco cuando los locales, en menos de tres segundos ya los habían metido a hervir en cazuelas y se los estaban comiendo pensando que eran un tipo de cangrejo.

El Animalayo se veía feliz y le entregó un sobre a Josef con euforia. Josef preguntó y este estaba que reventaba por contarle.

- ¡El tesoro Josef! ¡El tesoro que descubrimos!
- ¿Que tesoro?
- ¡El agua asere, en la Habana no hay agua!

Josef quedó más anonadado aun, hizo el gesto de no entender, pero el Animalayo ya tenía eso previsto.

- ¡El agua! Desde aquel día las pipas (Camiones cisternas) no dejan de sacar agua de ahí. Nos pagan a 100 pesos cada pipa entre tu, yo y los dos guardias de la obra vacía, aquí te puse 1500 pesos y vendrá más y el agua ni baja asere!! ¡Esa agua es infinita!!
- ¡¡PERO!! - Josef se estaba escandalizando por lo que parecía una gran locura- ¿Qué hacen con esa agua Animalayo? ¿La gente se está tomado eso? ¿Y Si esta contaminada? - El animalayo ya había pensado en eso, y en tener una respuesta lista para Josef.
- ¡Asere! ¡Que contaminación de que pinga! Si el agua que te sale de la pila está inundada de aguas negras del basurero de Cayo Cruz que se filtró a la cuenta hidráulica del acueducto y por eso todo el mundo tiene dengue y cólera y el diablo y la capa. ¡Estamos mil veces más seguros que el agua de ese pozo es más limpia que la que te sale del la pila!!

Eso pudiera tener lógica, pensó Josef. La gente que bebía de los pozos por lo general era agua más saludable que la del acueducto. No conocía  nadie que bebiera agua de la pila que no estuviera inundado en parásitos, recordó que su mamá cada noche hervía sendas cazuelas de agua para tener para tomar al día siguiente. Eso si, quedó anonadado de la explicación que le dio el Animalayo, jamás pensó que pudiera articular una idea así tan seriamente, además de asombrarse por su creatividad empresarial.



- ¡Coge el dinero Josef! que niño que no llora, no mama!
- ¡Asere!..
- ¡Que coja el dinero cojone! Ya tu parte está hecha. Ni pases por ahí, porque cuando se den cuenta de donde los piperos están sacando el agua limpia va a pasar algo malo, tu sabes que aquí con cada buen paso, viene una mala consecuencia.
La frase se le grabó a Josef como un tatuaje en la memoria " tu sabes que aquí con cada buen paso, viene una mala consecuencia" Tenía que irse en algún momento. No es posible vivir en un sitio donde cada buen paso sea penado, sea blanco de represalias. Ese sitio no era normal, pero dejaría la angustia de planificar su emigración para más tarde. Contó el dinero, esos 1500 pesos le vinieron de maravilla, por lo pronto, cada noche veía una fila de pipas desfilando y extrayendo agua de la esquina de 12 y línea. Decidió irse al Río Canímar en Matanzas a vivir unos días aislado en la selva, necesitaba conectarse a tierra, descargar las tensiones, las paranoias y las tristezas.

Al volver a los diez días mas o menos, el Animalayo le contó que los habían descubierto, los habían metido presos una semana y habían vertido mas de 200 hormigoneras de cemento en ese sitio hasta que consiguieron hacer firme debajo del edificio y reiniciar su construcción, trató de darle a Josef más dinero pero no lo aceptó, prefirió que lo usara en su propósito de traer a sus hijos. Josef con un poco de comida estaba bien y techo no necesitaba. Era feliz y rico, aunque angustiado por la persecución constante de toda forma de subsistencia, Josef se sentía afortunado de tener sus necesidades cubiertas, y si no, Ahí estaban sus equipos de buceo y su training. Nada iba a detenerlo de resolver su simple y básico problema. Sentía lástima por el amor que el Animalayo tenía por sus hijos y su meta única y final de tenerlos consigo. Se sintió mejor ayudando a esa causa que a la suya propia. Por lo pronto, el breve oasis de agua que hubo en el Vedado en unos días terminó y los vecinos empezaron a matarse de nuevo por seguir explotando motores eléctricos de agua que les llamaban ladrones y succionaban hasta la última gota de la contaminada y escasa agua que venía del acueducto de la ciudad seca y enferma.